martes, 4 de noviembre de 2008

Es una mañana luminosa y fría de otoño. Los ocres van ganando espacio al verde, suena High Hopes en mi viejo estéreo. Las notas largas y tristes se antojan extrañas en la luz del día. Algunas nubes grises se arrastran perezosas por el cielo mientras la gente camina presurosa envuelta en sus abrigos. Contraste de tiempos. Las horas no saben de prisas ni quietudes, ignoran el tempo de los acordes, son indiferentes a los cambios de las estaciones. Pasan sobre los sentimientos como si no existieran, como si supieran que son tan pasajeros como la gente que los sufre o disfruta. Obvian el miedo, el valor, la alegría, la tristeza. Pasan sin ver al amor o al odio, no les importan el abandono, el cariño, la soledad, el reencuentro... High Hopes sigue sonando, como si el tiempo no existiera. Es un consuelo. Voy a dejarla puesta toda la mañana. Para vengarme de las horas.

No hay comentarios: